lunes, 5 de abril de 2010

...HUMAHUACA



Alberto Carlos es profesor de escultura, y todos los martes y jueves enseña en la escuela de arte de Humahuaca. Voy a la estación de micros con una amiga a encontrarme con él. Desde el primer momento me siento cómoda por la calidez natural que lo envuelve; lleva zapatos negros bien lustrados, un pantalón de jean y una camisa color gris que prolijamente termina en un cinturón negro.

Caminamos sin apuro olvidandonos del tiempo por las calles de pequeñas piedras para tomar una merienda en la escuela, pero antes de empezar con los preparativos vamos a comprar algunos biscochos a la panadería que queda a dos cuadras. Acá es todo cerca. Me seduce la arquitectura de esta ciudad, Humahuaca, sus casas bajas de adobe color tierra y blanco devuelven un cuadro insuperable; su pequeña plaza, la gente y el gran monumento a la independencia a lo alto de una escalinata donde vendedores, en su mayoría Kollas, venden sus cosas, es la suma perfecta. Una Kolla pasa vendiendo hojas de coca, un señor vende unas mantas tejidas por él, una joven ofrece sombreros y los lleva todos sobre su cabeza. Hace calor y el sol pega fuerte.

Después de decidir por algunos bizcochos y panes, nos vamos a la escuela de arte, casi ocupa media manzana; sencilla y fresca se levanta sobre un fondo de montañas. Todas las aulas dan a un patio interno. Entramos a la cocina, las ventanas invitan a la luz del día y la amabilidad se percibe a cada paso. En ella hay varios profesores que se organizan para hacernos el té, Alberto Carlos nos pregunta si queremos tomar té de cedrón en vez de los saquitos que están sobre la mesa y va al patio y arranca de una planta algunas hojas. Como llamarlo por sus dos nombres me parece muy largo le pregunto como lo llaman y con una sonrisa me responde: Carlín. Todos los maestros están reunidos. Están de paro. Uno a uno se presentan, Mirta enseña historia de la cultura, Marcelo dibujo, Cesar cerámica y Marta geografía.

Nos ponemos a hablar del contenido de las materias y lo que surge en la charla es la necesidad de preservar la cultura. Hablamos de las comunidades originarias. Carlín toma la palabra y cuenta que a fines del siglo XIX para formar un Estado-Nación era necesario crear una identidad común dentro la Argentina, y opina que esto en vez de valorizar y perpetuar a las comunidades, las terminó aislando hasta dejarlas casi en el anonimato.

Mirta fiel a su materia trae al presente el pasado de las personas que viven acá. Nos cuenta que en el S XV el territorio ocupado por ellas habría sido invadido por el imperio Inca, y que esto generó la incorporación de los Kollas como soldados y trabajadores al sur del imperio. Agrega también que pocos datos precolombinos hay certeros pero se cree que en toda la zona del NOA convivieron varias culturas con distintas cosmología y que hoy estos grupos descendientes de los pueblos indígenas se definen como comunidades Kollas.

Lo que me llamó la atención fue la cantidad de extranjeros que vi rondando por la ciudad de partes impensadas del mundo. Entonces les pregunté que opinaban acerca de la organización del turismo y casi todos coincidieron en que los tours y paquetes que ya están armados son muy precarios: "Aca todos vienen por un día recorren el monumento, la plaza y la iglesia, pero poco se les cuenta acerca de la cultura y las costumbres y vuelven con el micro que los trajo"

Finalmente después de tomar dos tes de cedrón y dejarme llevar por las historias e impresiones de los profesores, me despedí de ellos con una promesa: volver a vernos.

Esa tarde después de la merienda nos fuimos a la estación de ferrocarril de Humahuaca, pero nos encontramos que encima de sus rieles en desuso había una gran feria con variedad de cosas. Desde ropa hasta cds, comida, etc. Mientras Pisamos los rieles nos es inevitable imaginar el momento de la llegada del tren a ese pueblo. Es raro que ya no este.

El día fue largo y ya es de noche. Unos grandes faroles de estilo colonial alumbran las callecitas angostas. Nos merecemos una buena cena, entonces vamos a comer a un restorante de la zona, Pinocho, para probar las típicas comidas de la región. Como ya me lo habían recomendado pedí un guiso de quinua, que es un cereal de la zona y mi amiga un puchero de llama, confieso que al principio nos dio pena, y para acompañar una jarra de vino tinto de la casa. Después de la cena nos vamos a un bar que inaguró el Chelo, un amigo de huamahuaca, que se llama la Querencia. Los lugares acá están abiertos a todo el público y tuvimos la oportunidad de hacernos de amigos a varios perros. Después de un rato de estar ahí nos sorprenden unos músicos con instrumentos de cuerdas y vientos tocando unas chacareras y vagualas.

Nos vamos al hotel, mañana nos tenemos que levantar temprano. Estamos en el aeropuerto de San salvador de Jujuy. Tomamos el avión. Dos horas de viaje hasta Buenos Aires. Llegamos. Realmente esto es el contraste. Me tomo un taxi. me peleo con su conductor porque me quiere cobrar el doble de lo que vale el viaje y no lo que marca el reloj. Trato de que esto no modifique mi estado anímico. Me tomo otro taxi, pero cuando me subo veo al taxista anterior amenazando al conductor que ahora nos lleva. Gritos en el aeropuerto entre conductor numero uno, conductor numero dos y yo. Mi amiga adentro del taxi anota la patente del taxista patotero. Vino la policia. Indudablemente estamos en Buenos Aires…

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